lunes, 11 de noviembre de 2013

Reporte 15: 12/11/2013

Varanasi, India: 05-12/11

Cualquier expectativa que tengas sobre India será  derribada. Esa fue la consigna con la que nos predispusimos al viaje luego de mucho agitar el espíritu ante el inminente arribo a Varanasi. Prematuro aunque inevitable es decir que uno se siente en casa; invitado, acogido. Debe ser que la llegada era a lo que más temíamos. Testarudamente la energía estaba orientada a proteger y contener, a negociar con algún taxista el  boleto al casco histórico de la ciudad y desde allí encontrar un lugar para dormir sin que la intensidad de India terminara agobiándonos. Sin duda que la llegada era a lo que más temíamos, por cuentos y porque personalmente recuerdo el preciso momento en que se abrieron las puertas del aeropuerto y vi un a cerro de hombres colarse de mis intermitentes reojos. Allí la animalidad también resurgió y con el vivo instinto respiré hondo, sonreí cuidadoso y me entregué con respeto a la dinámica de la calle en India. Luego de aquel choque originario, más gobernado por pre concepciones que realidad creo que hemos comenzado a vivir el sano hechizo en el que con Josefina estamos sumergidos.

Más que viajar a otro planeta como se imaginaba, ha sido como volver a casa. El AYER converge espontáneamente en estos intensos días de Varanasi. Un amigo nuestro en Chile, quien también se ha sentado en las orillas del Ganges, mencionaba que para él los viajes se viven con un punto como centro de referencia –hogar, raíz, tribu-. La imagen de Ulises e Itaca como telón de fondo es eficiente para estos propósitos. Sin duda una idea con renovado sentido que hoy, propagada a una comunidad más amplia, potencia el misterio de la pertenencia. ¿Qué pasa entonces cuando el hogar se ha multiplicado? ¿Acaso no es la humanidad misma la primera raíz que se ha disparado en tantas ramas como pueblos habitan el mundo?
Varanasi ha sido un constante devenir del pasado; se nos aparecen tantos olores de antaño, épocas que pensábamos enterradas con nuestra infancia, los viajes de la adolescencia, la sonrisa genuina y pegajosa que guardamos con Chile, la sencillez y espiritualidad de tantas personas, el amor incondicional de nuestras familias, nuestros difuntos, a tantos amigos que andan por el mundo, y por supuesto, el vivo imaginario de Mullumbimby, sin duda el portal que hizo posible nuestro paso por India. En otras palabras, nuestra casa es la comunidad entera. Itaca es el mundo, y Varanasi es parte de él.

Varanasi es también conocida como  Kashi o cuidad de la vida. Es el hogar de Shiva, una de las siete ciudades sagradas para el hinduismo. Aquí peregrinos del mundo entero yacen a las orillas del río Ganges, unos para limpiar una vida de pecados, otros para cremar a sus muertos y dejar las cenizas en aguas sagradas. Varanasi es un lugar donde la muerte y la vida se entrelazan con intensidad, eso se ve a diario, se siente toda esa armonía. Solo queda entregarse entonces, y bendecir la abundancia de espiritualidad con la que muchos calcinan los cuerpos delante de tus ojos, pues morir aquí brinda moksha -la liberación del ciclo de nacimiento y muerte-, estar aquí mejora tu karma. Varanasi es sin duda un corazón latente para el hinduismo y un tremendo horizonte de sentido para el espíritu del hombre extranjero.
Pero no solo por baños rituales viene la gente a los ghats, también lo hacen a diario para limpiar ropa, hacer yoga, ofrecer bendiciones, vender flores, darse un masaje, leer, jugar cricket, bañar a los búfalos, mejorar el karma y como nosotros, contemplar y participar de cuanta ceremonia te inviten. Aquí cada día hemos participado de sus mágicas fiestas y sagrados rituales junto a tantos otros que vienen de pueblos vecinos. Presenciar cada tarde el ganga aariti donde la comunidad ofrece puja –que es respeto, rezo y ofrenda- para los muertos es algo trascendental.  Afortunados hemos sido también de ver el festival dedicado a Krishna, quien representado por un niño salta al agua del Ganges en modo de purificación. Hemos participado todavía de otras ceremonias, una particularmente intensa donde la matriarca de la familia -en ayuna por dos días- adora al sol de la tarde que se esconde con ofrendas y cantos. Un mar humano las acompaña con puja, nosotros incluidos. Por la noche, algunas se quedan esperando el amanecer, aunque ya todos volvemos en la madrugada para bendecir la salida del sol y terminar celebrando con un delicioso desayuno que solo la frescura de la calle te puede regalar. A modo de anécdota, nuestros estómagos recibieron el primer golpe, primero Jose unos días atrás, y ahora yo.

Varanasi nos ha enseñado mucho. En un lugar así la muerte te mira con ojos honestos, y surge espontaneo mirarla de vuelta con sinceridad. Cobra vital importancia la muerte a las orillas del Ganges, te invita a empatizar con el misterio de su espiritualidad. Más que enterrar a los difuntos en Varanasi se los celebra; se les ofrece permanente puja, los ritos traen a diarios cánticos, bailes, incienso, ofrendas, rasuración de cabello y una larga cadena de candelas encendidas que recorren el río por la noche para iluminar a la muerte y celebrar la vida. Así es como la vida muestra aquí su luz; iluminando a la muerte a cada instante.

¿Cuánto puede absorberse en una semana? ¿Cuánto se puede calar en la amistad? El tiempo ayuda a penetrar el sentimiento de pertenencia sin duda, pero llegar a un lugar con mochila liviana y salir cargado de recuerdos y amigos hace del mundo la casa del hombre. El amor y la sencillez es el banquete que Dios nos regala a diario, sobretodo en India donde la sonrisa se saborea tan fácilmente como la deliciosa comida con la que gozamos a diario. 

Hoy salimos en tren a Dargeeling, sin mucho plan para los próximos meses.

Los queremos y extrañamos mucho, pero con memoria fresca y oración los sentimos muy cerca.

Josefina sentada en Tulsi Gath, mirando a las cabras en busca de comida. 

 Vista de los gaths de Varanasi

 De paseo a la Universidad de Varanasi, una foto 
arriba del rickshaw –bicicleta con asientos-

 Muy común es ver prendas tendidas a lo largo de los gaths. 
Para todo ocupan el agua del Ganges: 
para lavar ropa, para bañarse, para cocinar, para bendecir…

 En la ceremonia donde Krishna salta al agua. Aquí este niño representa 
a la mujer de Krishna. El día en que llegamos, y sin saber de su alta jerarquía divina,
 este niño se nos acercó y me bendijo  tocándome la frente con su mano
 y mencionando algunas palabras en Hindi.

 Una vez en el agua, Krishna toca su flauta y los hombres lo pasean alreredor 
de las multitudes para entregar sus bendiciones.

 Josefina en el tuk-tuk de nuestro vecino y amigo Lucky. 
Acá la idolatría hacia el occidental es cosa diaria 
y  a muchos Indios no les agrada “compartirte” con otros locales,
 se ponen algo celosos. De este modo el tuk-tuk se convierte 
en el refugio ideal para algunos.

 Luchando contra el picante de la comida India. 
Deliciosa, pero a veces quema un poquito..jeje

 La matriarca de cada familia se sumerge en el Ganges 
para despedir al sol adorándolo con ofrendas y rezos.

  El atardecer en Varanasi

A las 4am a la espera del amanecer, siendo fotografiados por los locales 

 En los gaths de Varanasi

 En el templo nepalí, lugar en el que tuvimos la oportunidad 
de conversar con uno de sus monjes.

Foto desde el templo nepalí

 La calle en la ciudad de Varanasi

 Tanta es la velocidad de su ritmo que enfocar con la cámara 
resulta muy difícil.

Con nuestro amigo y gran artista Tony. Las rastas no son mias, 
pero vaya que tienen estilo…jaja

Al mejor estilo local, Jose luciendo un aro en la nariz 
típico de las mujeres en India

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