Varanasi, India: 05-12/11
Cualquier expectativa que tengas sobre India será derribada. Esa fue la consigna con la que nos
predispusimos al viaje luego de mucho agitar el espíritu ante el inminente
arribo a Varanasi. Prematuro aunque inevitable es decir que uno se siente en
casa; invitado, acogido. Debe ser que la llegada era a lo que más temíamos. Testarudamente
la energía estaba orientada a proteger y contener, a negociar con algún taxista
el boleto al casco histórico de la
ciudad y desde allí encontrar un lugar para dormir sin que la intensidad de
India terminara agobiándonos. Sin duda que la llegada era a lo que más
temíamos, por cuentos y porque personalmente recuerdo el preciso momento en que
se abrieron las puertas del aeropuerto y vi un a cerro de hombres colarse de
mis intermitentes reojos. Allí la animalidad también resurgió y con el vivo
instinto respiré hondo, sonreí cuidadoso y me entregué con respeto a la
dinámica de la calle en India. Luego de aquel choque originario, más gobernado
por pre concepciones que realidad creo que hemos comenzado a vivir el sano
hechizo en el que con Josefina estamos sumergidos.
Más que viajar a otro planeta como se imaginaba, ha sido
como volver a casa. El AYER converge espontáneamente en estos intensos días de
Varanasi. Un amigo nuestro en Chile, quien también se ha sentado en las orillas
del Ganges, mencionaba que para él los viajes se viven con un punto como centro
de referencia –hogar, raíz, tribu-. La imagen de Ulises e Itaca como telón de
fondo es eficiente para estos propósitos. Sin duda una idea con renovado
sentido que hoy, propagada a una comunidad más amplia, potencia el misterio de
la pertenencia. ¿Qué pasa entonces cuando el hogar se ha multiplicado? ¿Acaso
no es la humanidad misma la primera raíz que se ha disparado en tantas ramas
como pueblos habitan el mundo?
Varanasi ha sido un constante devenir del pasado; se nos
aparecen tantos olores de antaño, épocas que pensábamos enterradas con nuestra
infancia, los viajes de la adolescencia, la sonrisa genuina y pegajosa que
guardamos con Chile, la sencillez y espiritualidad de tantas personas, el amor
incondicional de nuestras familias, nuestros difuntos, a tantos amigos que
andan por el mundo, y por supuesto, el vivo imaginario de Mullumbimby, sin duda
el portal que hizo posible nuestro paso por India. En otras palabras, nuestra
casa es la comunidad entera. Itaca es el mundo, y Varanasi es parte de él.
Varanasi es también conocida como Kashi
o cuidad de la vida. Es el hogar de Shiva, una de las siete ciudades sagradas
para el hinduismo. Aquí peregrinos del mundo entero yacen a las orillas del río
Ganges, unos para limpiar una vida de pecados, otros para cremar a sus muertos
y dejar las cenizas en aguas sagradas. Varanasi es un lugar donde la muerte y
la vida se entrelazan con intensidad, eso se ve a diario, se siente toda esa
armonía. Solo queda entregarse entonces, y bendecir la abundancia de
espiritualidad con la que muchos calcinan los cuerpos delante de tus ojos, pues
morir aquí brinda moksha -la
liberación del ciclo de nacimiento y muerte-, estar aquí mejora tu karma. Varanasi es sin duda un corazón
latente para el hinduismo y un tremendo horizonte de sentido para el espíritu
del hombre extranjero.
Pero no solo por baños rituales viene la gente a los ghats,
también lo hacen a diario para limpiar ropa, hacer yoga, ofrecer bendiciones,
vender flores, darse un masaje, leer, jugar cricket, bañar a los búfalos,
mejorar el karma y como nosotros, contemplar y participar de cuanta ceremonia
te inviten. Aquí cada día hemos participado de sus mágicas fiestas y sagrados
rituales junto a tantos otros que vienen de pueblos vecinos. Presenciar cada
tarde el ganga aariti donde la
comunidad ofrece puja –que es respeto,
rezo y ofrenda- para los muertos es algo trascendental. Afortunados hemos sido también de ver el
festival dedicado a Krishna, quien representado por un niño salta al agua del
Ganges en modo de purificación. Hemos participado todavía de otras ceremonias,
una particularmente intensa donde la matriarca de la familia -en ayuna por dos
días- adora al sol de la tarde que se esconde con ofrendas y cantos. Un mar
humano las acompaña con puja, nosotros
incluidos. Por la noche, algunas se
quedan esperando el amanecer, aunque ya todos volvemos en la madrugada para
bendecir la salida del sol y terminar celebrando con un delicioso desayuno que
solo la frescura de la calle te puede regalar. A modo de anécdota, nuestros
estómagos recibieron el primer golpe, primero Jose unos días atrás, y ahora yo.
Varanasi nos ha enseñado mucho. En un lugar así la muerte te
mira con ojos honestos, y surge espontaneo mirarla de vuelta con sinceridad.
Cobra vital importancia la muerte a las orillas del Ganges, te invita a
empatizar con el misterio de su espiritualidad. Más que enterrar a los difuntos
en Varanasi se los celebra; se les ofrece permanente puja, los ritos traen a diarios cánticos, bailes, incienso,
ofrendas, rasuración de cabello y una larga cadena de candelas encendidas que
recorren el río por la noche para iluminar a la muerte y celebrar la vida. Así
es como la vida muestra aquí su luz; iluminando a la muerte a cada instante.
¿Cuánto puede absorberse en una semana? ¿Cuánto se puede
calar en la amistad? El tiempo ayuda a penetrar el sentimiento de pertenencia
sin duda, pero llegar a un lugar con mochila liviana y salir cargado de
recuerdos y amigos hace del mundo la casa del hombre. El amor y la sencillez es
el banquete que Dios nos regala a diario, sobretodo en India donde la sonrisa
se saborea tan fácilmente como la deliciosa comida con la que gozamos a
diario.
Hoy salimos en tren a Dargeeling, sin mucho
plan para los próximos meses.
Los queremos y extrañamos mucho, pero con
memoria fresca y oración los sentimos muy cerca.
Josefina
sentada en Tulsi Gath, mirando a las cabras en busca de comida.
Vista
de los gaths de Varanasi
De paseo a la Universidad de Varanasi, una
foto
arriba del rickshaw –bicicleta con asientos-
Muy
común es ver prendas tendidas a lo largo de los gaths.
Para todo ocupan el agua
del Ganges:
para lavar ropa, para bañarse, para cocinar, para bendecir…
En
la ceremonia donde Krishna salta al agua. Aquí este niño representa
a la mujer
de Krishna. El día en que llegamos, y sin saber de su alta jerarquía divina,
este niño se nos acercó y me bendijo
tocándome la frente con su mano
y mencionando algunas palabras en Hindi.
Una
vez en el agua, Krishna toca su flauta y los hombres lo pasean alreredor
de las
multitudes para entregar sus bendiciones.
Josefina
en el tuk-tuk de nuestro vecino y amigo Lucky.
Acá la idolatría hacia el
occidental es cosa diaria
y a muchos
Indios no les agrada “compartirte” con otros locales,
se ponen algo celosos. De
este modo el tuk-tuk se convierte
en el refugio ideal para algunos.
Luchando contra el picante de la comida
India.
Deliciosa, pero a veces quema un poquito..jeje
La
matriarca de cada familia se sumerge en el Ganges
para despedir al sol
adorándolo con ofrendas y rezos.
El
atardecer en Varanasi
A las 4am a la espera del amanecer, siendo fotografiados por los locales
En
los gaths de Varanasi
En el templo nepalí, lugar en el que
tuvimos la oportunidad
de conversar con uno de sus monjes.
Foto
desde el templo nepalí
La calle en la ciudad de Varanasi
Tanta es la velocidad de su ritmo que
enfocar con la cámara
resulta muy difícil.
Con
nuestro amigo y gran artista Tony. Las rastas no son mias,
pero vaya que tienen
estilo…jaja
Al mejor estilo local, Jose luciendo un aro en la nariz
típico de las mujeres en India
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