Esta vez, para llegar a Calcuta
viajaríamos desde Guwahati en tren. Nuevo compartimiento: clase superior. Y
como si lo incluyera el precio, el tren llegaría con puntualidad australiana,
vaya sorpresa. Apenas entras a la cabina se siente la diferencia. Más limpio,
silencioso y ordenado que nuestra habitual clase sleeper, parecía una buena alternativa para viajar las 26 horas hasta
llegar a la capital de West Bengal. Sin embargo, pronto nos daríamos cuenta que
la satisfacción sería inversamente proporcional a la experiencia en el decir de
algunos sociólogos: a mayor comodidad en el trayecto, menor la intensidad y
anécdotas en el viaje.
-'Menos
mal que lo que nos queda de camino en India sea en nuestra alborotada clase
sleeper', comentaba uno de nosotros.
Debe haber sido la levedad del
último viaje lo que nos hizo extrañar el contacto y la intensidad que acostumbramos
recibir de este país. Supimos ahí también lo mucho que India nos haría falta
una vez lejos… Es que su corazón es enorme, y de él nos hemos enamorado. Así
que no esperen objetividad alguna, estamos cruzando el momento de mayor torpeza
en nuestra relación amorosa con este maravilloso planeta.
Llegar a Calcuta sería algo entre
mágico y misterioso, fue cómo desembarcar en una ciudad conocida, viva en algún
sueño de otros años, y sin embargo, muy nueva y muy fresca. A ratos nos
creíamos en Buenos Aires con sus arboleadas avenidas llenas de antiguas
construcciones, pero la energía y el estilo de Calcuta la arrancaba de ese
imaginario. Acá se respira en su arquitectura la larga historia colonial
Inglesa, que comenzaría en las postrimerías del sXVII. El propósito era entonces
convertir a Calcuta en el Londres del oriente, y vaya que buena labor han
realizado. Pero esto es la India: mucha agua y vida ha pasado desde entonces. Es
así como en cada monsoon –época de
lluvia- nuevos colores han ido transformando a esta metrópoli, hasta
convertirla en la que muchos han descrito como la ciudad de la alegría (La Cité de la Joie, novela escrita por
D. Lapierre y posteriormente hecha película, The City of Joy, dirigida por R. Joffe, el mismo director de la
famosa película La Misión)
Es que Calcuta se llena de glamour
con sus pequeñas librerías. Sus calles están llenas de historia con el oficio
de los transcriptores, muchos a máquina de escribir y otros que todavía lo
siguen haciendo tallando el mármol. Los barberos –como en gran parte de la
india- te rasuran la barba con navaja, cremas, perfumes y masajes, y en el
comercio –como si todo esto no fuera suficiente- se acostumbra invitar a los clientes
en los pequeños y decorados bazares, primero compartiendo un chai y luego ofreciendo como cortesía
un chillum, una pipa en la que se fuman hierbas para aquellos
que lo deseen. Así es la India, increíble, inentendible, más parecida a la vida
sacada de otra época que a la de nuestros contemporáneos países vecinos.
Sin embargo, para muchos Calcuta
resulta insoportable. Sus majestuosos puentes, avenidas, edificios y memoriales
heredados de la tradición inglesa conviven en Calcuta con la lepra, los mancos,
los niños malnutridos y la extrema pobreza que tan comúnmente se ve por donde
camines, especialmente más en la periferia y los slums –poblaciones- hacia donde cada mañana caminamos junto a otros
voluntarios que hemos venido a compartir el día a día con las hermanas de la
caridad. Bajo el liderazgo de la Madre Teresa, ellas han realizado un trabajo
maravilloso con los hogares que tienen para atender a los pobres y marginados:
los ancianos, mujeres y niños abandonados, los enfermos, los refugiados y los discapacitados.
Un corazón para amar y las manos para
servir es el único requisito para acompañar a los más pobres entre los pobres,
solía decir la Madre Teresa. Nosotros nos vamos felices de haber tenido esta
oportunidad, de haber rezado y trabajado con las hermanas para servir a
nuestros hermanos, a quienes guardaremos por siempre en nuestros corazones.
Allí también conocimos a otros
voluntarios de distintos credos y nacionalidades. Con unos sin embargo, se
produjo ese súbito flechazo que tiene la amistad a primera vista. 3 Argentinos, dos hermanas de San Juan y otro
de Comodoro han estado viajando juntos por Australia y Asia. Con ellos
compartimos las experiencias del voluntariado y de la vida que ofrece tener la
mochila al hombro, muchas comidas, chai
y uno que otro plato nuevo que la calle siempre ofrece. Si, esto último es
importante. La comida bengali nos regaló
deliciosas dosas -parecidos a los
crepes, rellenos de papa y verduras, para luego untarlo en coloridas salsas-, aloo puri -tortillas fritas acompañadas
de una sopa de papas-, samosas -masas
fritas, triangulares, rellenas de papa y verduras-, momos -empanaditas chicas cocidas al vapor, rellenas de verduras y
jengibre-, kulfi -fruta hecha helado
cremoso, dulce y espeso-, ensalada de frutas con sal, tostadas con banana -junto
a la mantequilla, azúcar y miel- y por supuesto nuestros favoritos mithai -dulces Indios-.
No solo por la buena comida es que
a los indios los hemos catalogado como “los
Italianos de Asia”, sino que sobretodo porque su gente es pura vida. Acá se
habla con la boca, los ojos, las manos y el corazón.
-'India es aproximadamente 6
veces el porte de Francia, aunque su población es al menos 20 veces más grande' nos cuenta Didier, un
personaje Frances en la novela Shantaram.
- '¡Veinte veces! 'continuaría diciendo.
-'¡Créanme, si hubiesen un billón de franceses
viviendo en tal hacinamiento, ríos de sangre correrían! ¡Ríos de sangre! Y como todos sabemos, nosotros los franceses
somos los más civilizados de Europa, de hecho, somos los más civilizados en el
mundo.
-No, no, sin amor India sería
imposible' concluía
Didier y con él nosotros asentíamos moviendo la cabeza.
En
poco salimos a Kerala –sur de India-. Contra nuestra voluntad tomaremos un
avión, pues con tan gigantesca población los trenes se llenan bastante rápido.
Reservar los pasajes de tren con 2 meses de anticipación esta vez no fue
suficiente. Pero ya nos hemos asegurado con los boletos de otros trenes. De eso
les contaremos próximamente, ojalá, si Dios quiere.
Cada
mañana, bicicletas y carretas llenas de pollos aún vivos se dirigen al mercado.
Algunas
postales de la ciudad y un mural que muestra
algunos de los personajes de West
Bengal e India en general.
De izq. A der. Madre Teresa, Mahatma Gandhi,
Indira
Gandhi, ¿?, ¿?, ¿? Y Rabindranath Tagore.
Trivia, a ver quien nos ayuda a
completar esos 3 que faltan…
Alguno
de los oficios que se encuentran en la ciudad de Calcuta
Nunca
vi a un peluquero ni en la calle,
ni menos alguien que cortara el pelo con tanto estilo.
A
propósito de cortar el pelo, alguien se entusiasmo
con los masajes y la navaja
rasurando la barba.
Si usted pasa por India, el salón de belleza para
caballeros es altamente recomendable.
En
la cena de navidad con los pascueros argentinos y Cristían, otro amigo chileno.
Revisado
algunos vinilos en Kolkata City
Callejeando
con nuestro amigo porteño Hugo –izquierda- y el barcelones Sergio –derecha-
Las
postales del Victoria Memorial.
La
anaconda que nos encontramos en el Victoria Memorial, otro signo de la buena
suerte.
Los
maravillosos niños de Calcuta
Josefina
y el chileno Cristian esperando los momos que nos preparaban en la calle.
ALGUNAS POSTALES DE CALCUTA