1. Que el narrador sea capaz de transmitir su
aventura, pero sin perderse en el laberinto del detalle
2. Que el receptor cuente con tiempo y ganas de
viajar.
Con respecto al primer punto, haremos nuestro mejor
intento, pero créanme que no será fácil.
Day 1
Día Lunes nos bajamos en Otford Station, la ladera
sur del Royal National Park con el objetivo de alcanzar la punta norte para el Miércoles,
una caminata de 30 km con ascenso de 1500 mt. Nada mal para nuestro primer
trekking. La caminata comenzaba en un bosque de eucaliptus y palmeras, de vegetación
muy tupida. Sabiendo de la cantidad de bichos que hay en Australia se
imaginarán que cruzar esta huella era toda una aventura. Tal como nos habían
dicho, íbamos pisando fuerte para espantar a las víboras, y ante cada rama u
hoja que se moviera aparecía Tarzan: Cuidado Jose!! Bo, sorry, era solo una
hoja…Sacando cuentas alegres, salimos victoriosos, y si, tuvimos nuestro primer
encuentro con la fauna local: una iguana.
Tanta aventura requería una parada, y que mejor que
en Burning Palms (Palmeras Ardientes..jaja) una playa de arena blanca, agua cristalina
y el bosque como telón de fondo. Abrimos el cocaví y llenamos estanque con un
delicioso sándwich de pepinillo, mayo, zanahoria y atún con limón y pimienta.
Habrán sido unas 5 horas de caminata hasta que
llegamos a nuestra primera parada: North Era. Decíamos que era cómo llegar al
paraíso, una playa completamente para nosotros (en realidad hasta ahora el
parque había sido sólo para nosotros), con rocas hechas a pincel (amigos panas,
vimos animales petrificados…jaja). Así fue que nos olvidamos que veníamos de la
ciudad, nos tomamos un baño en pozones naturales mientras la tarde se alargaba
un poco más de lo previsto para darnos la bienvenida. Sé que no debemos perdernos en detalles, pero
con este vale la pena tomar el riesgo. Mientras caminábamos por el bosque y
pensábamos en que comer (no mochas opciones cuando se trata de trekking)
encontramos un refugio, y en ese refugio encontramos un regalo. No lo podíamos
creer, pero ante nosotros nos saludaba un paquete de doritos cerrado (de queso,
mi favorito), una salsa doritos para acompañar (médium), mucho bloqueador solar,
una havaianas (que no tenía), off spray (para los mosquitos) y aceite spray
(habíamos también traído papas para cocinarlas en las parrillas que tiene el
parque). Efectivamente era el paraíso.
Nos fuimos a dormir, mientras escuchábamos a los
siervos pastar alrededor de nuestra carpa.
Day 2
Antes de partir, queríamos recorrer un poco sin
mochilas. Así fue que nos dirigimos a Garie Beach para seguir bañándonos en el
mar. Ahora también, luego del regalo, nos bañábamos en protector solar.
Estábamos listos para partir, de modo que Josefina la
excursionista sacó su mapa, llevó su mano como visera a la frente y luego de
unos murmullos me dijo: Cristóbal, ¿Estás listo? Tarzan estaba preparado.
El destino era Wattamolla y la caminata partía con un
sendero muy difícil y un calor del demonio, un verdadero camino a la redención
luego de tanta gula la noche anterior. Así fue como se convirtió en el trayecto
con más paradas, y vaya que valía la pena parar en cada una de ellas. Cascadas
de agua dulce que te caían en la cabeza como energía pura. No podíamos más de
la felicidad, se estaba convirtiendo nuevamente en un viaje místico, aunque
extrañábamos a esos amigos de viajes surreales.
4:30 ya estábamos en Wattamolla: laguna, playa,
parrillas para hacer las papitas doradas (con el aceite). Me habré bañado unas
4 veces en la laguna hasta que se hizo de noche, nadando mientras los peces
saltaban a mi lado y disfrutando del profundo sonido de las aves cada vez que
se oscurece. Obviamente que el baño nocturno fue en pelotas.
Las papas doradas estuvieron exquisitas, y con la
Jose como chef no se esperaba menos: fueron condimentadas con atun thai,
choclitos y la salsa de doritos (médium).
Day 3
Hoy debíamos alcanzar la parte norte del parque:
Bonni Vale, así que nos alistamos para una larga caminata. Tomamos nuestro
desayuno diario (avena + leche chocolatada) y nos colgamos las mochilas al
hombro. La intención era cabalgar, no detenernos, pero cuando vimos Grecia no
nos pudimos resistir. Va la foto adjunta: figurábamos en una roca blanca suspendida
en la montaña con un mar azul infinitamente cursi como horizonte. Así que decidimos quedarnos para comer nuestro
almuerzo “ración del día”: platano chips con algo de pasas, agua de canilla
para acompañar y un delicioso snickers o mars como plato de fondo.
Seguimos caminando, nos encontramos un puerco espín
(o cuerpo espín como yo lo conocía..jaja). Definitivamente estábamos muy casados.
Y no sé si habrá sido producto del cansancio pero llegamos a la ciudad. Algo
muy surreal. Para llegar a Bonnie Vale teníamos que salir del parque y caminar
por las calles de Bundeena, un sector de casas lujosas, autos exclusivos pero
sin ningún alma en las calles. Era, como tenía que ser, una ciudad fantasma
entre medio del paraíso.
Volvimos al parque, llegamos a Bonnie Vale.
Establecimos campamento, salimos a caminar, comimos unos porotos enlatados
exquisitos y antes de irnos a dormir dejamos todo listo para lo que se nos
había anunciado: Una Tormenta. ¿Qué hicimos? 1. Metimos todo dentro de la
mochila con forro contra lluvia. 2. Analizamos el terreno circundante, captamos
donde estaban los charcos y donde evacuar. 3. El techo más cercano estaba
identificado, o en otras palabras, sabíamos cuanto nos tomaría escapar de la
lluvia desde la carpa al refugio. 4. Todo listo, sólo teníamos que dormir. Y no
podíamos dormir. Y la tormenta no llegaba…Fin de la historia: no hubo tormenta.
Pudimos dormir.
Amanecimos con un excelente día para ir a caminar.
Day 4
Tomamos desayuno en compañía de unos loros gritones y
gigantes. Interesada era su presencia,
querían de nuestra avena y leche chocolatada, aunque éramos la mesa más fome
del camping si de comida se trataba.
Nos fuimos a Jibbon Beach a pasar el día, aunque estaba
nublado y soplaba el viento, pero como obra de magia llegamos a Brasil. Alguien
abrió el cielo, salió el sol y la playa era simplemente Brasil. Tomamos sol,
nos bañamos al menos 4 veces, tomamos sol, almorzamos lo que nos quedaba de
plátano chips y se nos ocurrió ir por un café.
No sé si será mera coincidencia, pero siempre que
estamos terminando nuestros viajes vamos por un café y una que otra cosita para
masajear la muela. Era el café más rico
y dulce que nos tomábamos juntos.
De vuelta al campamento, luego de una rica ducha con
agua caliente y bálsamo, estábamos listos para cocinar, porque como dice el refrán:
guatita llena, corazón contento.
Y así nos disponíamos para pasar nuestra última
noche, la cuarta que parecía la cuarenta. Y no se si habrá sido por nuestro
subconciente que seguía esperando la tormenta, pero sin decir palabra alguna
tuvimos turno de relojero: la Jose se desveló de 21:00 a 2:00 y quien les habla
de 2:30 a 5:00. De ahí en adelante tuvimos un concierto de pájaros anunciando
el amanecer y el fin de nuestro viaje.
De 1 a 10: un 10!
PD: Para ver más fotos ir al facebook:
https://www.facebook.com/media/set/?set=a.10151302368633960.494526.500383959&type=1