miércoles, 12 de junio de 2013

Reporte 11: 12/06/2013

Un nuevo reporte, este 12 de Junio de 2013.
Nos encontramos en nuestra pieza de Koonyum Range Retreat, lugar que ha sido nuestro trabajo y hogar durante los últimos 4 meses. Meses muy intensos, con altos y bajos, como en todo trabajo, y donde hemos podido conocernos de una manera muy íntima y profunda. Es que no es fácil estar en un espacio tan reducido, con un grupo de gente tan reducido con el que relacionarse día a día, y tampoco es fácil afrontar los altibajos del trabajo mezclados con una amistad que también va sufriendo cambios y adaptaciones. En ése espacio nos encontramos ahora, en nuestra pieza, que ya no será nuestra pieza desde finales de Julio. Porque hemos decidido renunciar a nuestro trabajo, haciéndole caso a lo que la guata nos decía, y cuidando también nuestra integridad física y mental. Éste ha sido un lugar soñado para nosotros,  cada cosa que hacemos día a día nos enseña algo nuevo del rubro de la hotelería, y nos prepara para nuestros futuros proyectos que tenemos en mente. Pero no se puede estar en paz en un lugar que, por más paradisíaco que sea, no hay una relación cien por ciento sincera y recíproca entre los humanos que lo habitan. Y así, sumando malos entendidos, problemas con las horas de trabajo, exigencias, expectativas no cumplidas, llegó un punto en que decidimos conservar la amistad con nuestros jefes, pero no el trabajo. Estamos muy tranquilos con la decisión, y como bien nos dijo nuestro tío Antonio hace unos días, cerramos una puerta para abrir diez más. Veremos qué nos traen de sorpresas y aventuras esas puertas misteriosas. Nosotros por ahora estamos viviendo un proceso de pena y alivio, una dualidad que no nos deja indiferente, porque al final de cuentas hemos construido una muy linda y profunda amistad con Miki y Piari, y no es fácil dar la espalda a una oportunidad que parece única e irrepetible, y que quizá incluso ustedes pensarán que no hay razón que justifique irse de tan maravilloso lugar, pero creemos que simplemente es hora de ponernos nuestra mochila al hombro, nuevamente, y buscar nuevos horizontes. El llamado a la vida nómade es ineludible, y fue algo que nos atrajo desde un principio, al momento de venirnos a Australia. Volveremos pues, en un mes y medio más, a tomar alguna decisión importante. Quién sabe cuál será nuestro próximo destino. Sólo sabemos que si nos vamos de Mullumbimby, extrañaremos profundamente a nuestros buenos amigos del bosque: Andrés, Evy y Leo, y Nico y Sherrie con sus hijos, junto a otras tantas personas que hemos tenido la oportunidad de conocer, y que hacen que esta estadía en Mullumbimby, por el tiempo que sea, ya valió muchísimo la pena y se ganó nuestro corazón.
Donde definitivamente hemos sentido un consuelo inigualable, es en la naturaleza de este lugar. Decir que nos conectamos de una manera especial con los árboles del bosque que nos rodea, porque no es lo mismo visitar un bosque que vivir en él, y conocerlo en los días de sol, o con sus árboles opacados en un día de neblina, o el ruido que emite al ritmo del viento en un día de tormenta, o su especial oscuridad durante la noche, o sus amaneceres a las 5:30 am. Todo esto, el bosque junto a sus animales que lo hacen vibrar de pura vida, son quienes nos han recibido siempre con los brazos abiertos cuando nos sentimos desamparados o inquietos. Son ellos quienes nos recuerdan todo el tiempo que la vida es una, es ésta, y es muy bonita como para desperdiciar un solo segundo de ella.
Es por eso que lo que sigue en este reporte de 12 de junio, es una historia que contiene y representa lo que significa para nosotros el contacto con la naturaleza.

La historia que contamos a continuación dejó de ser algo anecdótico. Sean ustedes quienes juzguen esta serie de hechos que, sin intentar ser objetivos, narramos en lo que sigue.
Una cadena de casualidades ha cavado un oscuro misterio, una inolvidable experiencia de analogías a lo largo del bosque en el que hemos estado viviendo este tiempo.
Todo empezó hace unos meses cuando comenzamos a ver la serie Twin Peaks de David Lynch. Nos hicimos adictos como quien se hace adicto a observar. Twin Peaks es un típico pueblo norteamericano donde todo parece marchar bien en la superficie, tal como puede pasar en un Mullumbimby de Australia o en un Porvenir de Chile. A lo largo de esta serie, Lynch inyecta una mirada llena de misterio y surrealismo, nos lleva a lo más oscuro del bosque Ghostwood para abrir ese recurrente portal en su filmografía hacia dimensiones de la percepción y lo real multiplicadas y derretidas. Bajo esta lógica, quienes hayan visto la serie estarán de acuerdo que Twin Peaks está atravesada por una frase que acompaña a su protagonista Agent Cooper como guía y como un indescifrable misterio: The owls are not what they seem (Los búhos no son lo que parecen). Eso se nos quedó pegado como a cualquier otro serievidente, pero eso de que los búhos no eran lo que parecían  era mucho más que algo pegajoso para nosotros, aunque nunca alcanzó a ser algo obsesivo.
En esos meses de Twin Peaks, con la Jose comenzamos a tener nuestros primeros encuentros con los búhos. El primero que encontráramos estaría muerto en Koonyum Range Road. Era bastante impactante verlo abandonado en la mitad del camino, y consideramos necesario darle un entierro inmediato en ese mismo bosque que probablemente tanto observó durante tantas noches.  Cavamos un hoyo y una vez enterrado, nos despedimos de él con respeto y admiración.
A estas alturas, los búhos tenían un significado especial. Así fue que mientras paseábamos en el mercado de Mullumbimby dimos con un artesano que vendía figuritas de animales en madera, incluidos el búho. Y nos compramos el búho, no precisamente por su belleza, sino porque lo sentíamos importante.
Cuando volvemos a casa del mercado supongo que fue el momento donde comenzaríamos a preocuparnos más que de costumbre. El búho de madera que recordamos claramente haber bajado del auto a nuestra casa estaba perdido. Lo hemos buscado largamente, pues la consigna siempre ha sido encontrarlo, sin importar en qué condiciones o en qué parte del trayecto se encontrara. Quizá el hecho de que haya desaparecido nos inquietaba en ese momento, y aunque el búho sigua perdido, y nosotros de vez en cuando sigamos buscando, estamos en paz.
En esos días se nos acabaría Twin Peaks. Sentiríamos también que nuestro futuro en Mullumbimby era incierto, al menos en el trabajo no seguiríamos por mucho más. Esa incertidumbre, y también esa sensación de querer desempolvar la mochila y ponértela nuevamente al hombro la comenzábamos a compartir con Josefina y nuestros amigos, e inesperadamente con los búhos también.
La semana pasada, en una noche de lluvia y neblina conduciendo a la casa de Andrés por LeftBank Rd se nos cruzaría un ave a una velocidad que nos dejaba sin capacidad de reacción. Alcanzaba a notar que algo se nos atravesaba como para mover el freno, pero el golpe contra el capó y la desesperación de haber atropellado un animal era inevitable. Amargo sentimiento era el que teníamos unos cientos de kilómetros más adelante, al punto de tener que gritarnos para decidir finalmente regresar a ver qué habíamos golpeado y examinar en qué estado se encontraría. Calle estrecha, calle resbaladiza, noche nebulosa y el corazón que latía más rápido que nunca hicieron que casi nos quedáramos estancados entremedio de la yerba y el barro al momento de estacionar el auto para ver al pájaro parado en el medio del camino. Pero salimos rápidamente de ese desfortunio, aparcamos al otro lado de la calle y ante los autos que venían en dirección contraria Josefina salió rápidamente del nuestro para parar el tráfico y así poder mover al pobre pájaro malherido. Al instante me acerqué para socorrerlo, y mientras lo tomaba y removía hacia un lado de la ruta ya comprendía que había atropellado un búho, pero que estaba a salvo aunque en estado de shock tal como lo estábamos todos nosotros. Luego de estar ahí con él acariciándolo y cerciorarnos con un local que estaría a salvo, continuamos nuestro camino hacia la casa de Andrés y Evy, yo con un miedo insoportable de protagonizar este evidente misterio, pero con Josefina a mi lado llena de optimismo y confianza sobre esta íntima relación con los búhos: los vivos, los muertos y los desaparecidos.
Nuestra historia con los búhos termina por ahora. Sigue siendo, al igual que para Agent Cooper en Twin Peaks, una guía y un indescifrable misterio. Si los búhos no son lo que parecen, entonces ¿Qué son? ¿A qué será que están aludiendo? ¿Cuál es el mensaje? ¿Hay mensaje, alusión o misterio? Primero teníamos que llegar a casa de Andrés y Evy para suspirar y verbalizar este último anillo de la cadena de hechos que ya habíamos estado compartiendo en el pasado. Sin embargo Evy, sin ánimos de escandalizarnos y con ojos fervientes de acción surreal, nos invitaba a mirar desde su patio un búho que tranquilamente se había posado hace unas horas en el árbol, un búho que tanto ella como los demás invitados de aquella noche pudieron contemplar, pero que al momento de ir a verlo (un poco para perdonarme y dejarlo hablar), solo alcancé a ver su cabeza que me quitaba la vista para volar hacia el interior  del bosque.

 Australian Zebra Finch en el brazo de Josefina

 En el patio de Andres

 Los lugares que ya extrañamos en Koonyum Range

 Con los dioses en Crystal Castle

En Crystal Castle