sábado, 30 de enero de 2016

Con mochila -y algo más de carga- al hombro

Estimados amigos y familia,


Volvemos a saludarlos después de dos años. Retomamos este blog, compartiendo nuestras experiencias, donde las emociones brotan espontaneas entre líneas, y la pretensión nos es más que dejar un testimonio escrito, donde se conserven aquellas anécdotas que con el tiempo la memoria va borrando.

Nos hemos vuelto a poner la mochila al hombro; excusa suficiente para retomar la escritura. Como la mayoría de ustedes debe estar al tanto, el año 2015 se nos unió una integrante más al clan. Nos vimos extremadamente ocupados y dedicados a esta delicada criatura, que aún hoy nos exige a veces más de lo que podemos entregar. Comenzó una nueva experiencia familiar, y concluyó al mismo tiempo nuestro periodo en Melbourne, debido a que Cristóbal ha terminado sus estudios de magister en la Universidad de Melbourne. Nos compramos un auto, redujimos todas nuestras pertenencias a un par de cajas y maletas, y devolvimos el departamento en el que estuvimos viviendo.



Esta nueva aventura nómade ha comenzado de la siguiente manera:

Luego de deshacernos de casi todo lo que teníamos, cargar el auto, y limpiar el departamento hasta el más mínimo rincón, para asegurarnos de recibir de vuelta la garantía, prendimos nuestro ‘Run-Run’ (porque con él nos vendríamos al norte) y manejamos a la casa de nuestro buen amigo Robinson Trafilaf, un par de suburbios más al este de Melbourne, para armar nuestra carpa en su jardín y compartir con él, su hijo Emilio, nuestra parcera colombiana Caro, y muchos amigos más, nuestros últimos días en esa hermosa ciudad, acompañados de la música, el vino, y la buena mesa. Flora vivió su primera experiencia acampando; nos manguereamos durante el día para capear el calor; tocamos música; conversamos por largas horas y hasta la madrugada; y compartimos una navidad inolvidable, con viajes interiores que cada uno guarda muy personalmente.

Llegó el 27 de diciembre y nos despedimos con un abrazo de ‘hasta pronto’, agradecidos de tanta abundancia, en el cariño, en la comida, y en la amistad, que bien nos ha mostrado Robinson no tiene límites, discriminaciones ni exigencias.






Más o menos dos horas después de haber partido, vimos un cartel en la carretera que decía ‘Drivers Revival – Free Coffee’. Y como ‘free’ para nosotros denota una obligación (además de la curiosidad que nos causó el aviso), paramos donde estaba señalado, al lado de una bomba de bencina, y efectivamente estaban ofreciendo café gratis para los viajeros, por seguridad, para que por falta de sueño no hayan más accidentes. Al lado del café unas galletitas que no dudamos en aceptar también, y luego de aquel recargo de energías, seguimos rumbo a Croajingolong National Park. Llegamos en la tarde, y obviamente sin hacer una reserva de sitio en el camping. Como eran fechas de navidad y año nuevo, estaba todo lleno, por lo cual tuvimos que tirar carpa en un rincón de un terreno compartido con otros viajeros. Al otro día decidimos continuar camino, ya que no teníamos lugar en aquel parque nacional. 

Cruzamos la frontera entre el estado de Victoria (donde está Melbourne), y llegamos a New South Wales. Dos horas mas tarde llegamos a Ben Boyd National Park, y preparamos las mochilas para irnos al camping que quedaba a 1.5 horas caminando por la costa y el bosque, perdido entre la naturaleza. Pero ya que teníamos que cargar a Flora, nuestra ropa, comida, utensilios de cocina, agua, carpa y sacos de dormir, decidimos que una vez que llegáramos al camping, Cristóbal volvería al auto a buscar el resto de las cosas (lo cual significaba muchas horas de caminata al sol, con las moscas que se metían dentro de los ojos, la boca y la nariz). Al llegar a destino, nos percatamos que había un cartel que anunciaba un estacionamiento a 250 metros de nuestro lugar, y obviamente dijimos ‘tenemos que traer el auto para acá!! Así nos ahorramos toda esta caminata y esfuerzo’. Siendo las 3:00pm, nos despedimos con Cristóbal y él partió de regreso al auto, mientras Flora y yo armábamos la carpa para recibirlo a su regreso. El problema fue que pasaron las horas, y empezó a anochecer, y yo cada vez más nerviosa y con la imaginación que no me llevaba a muy buenos escenarios, veía el reloj que me daban las 9:00, las 10:00, las 11:00 de la noche, y yo estaba sola con Flora, sin otra persona a kilómetros. Flora se durmió, y yo me quedé a su lado intentando calmarme, cuando de repente escucho mi nombre desde el bosque. Salí corriendo de la carpa y grité a Cristóbal para ver donde estaba, y nos encontramos al rato siguiendo la luz de la linterna. El alivio que sentimos al volver a estar juntos es indescriptible. Y ahí Cristóbal me contó que había intentado llegar al otro estacionamiento con el auto, pero que se quedó atrapado en una duna de arena, y estuvo toda la tarde intentando sacarlo, hasta que empezó a oscurecer y decidió partir a buscarnos, pero sin saber cuán lejos de nosotros estaba. También describió la cantidad de ruidos de animales, movimientos, ojos en la oscuridad que sintió en su travesía nocturna perdido en el bosque. Australia y su naturaleza salvaje, es como para inquietarse. Y debo aceptar que agradezco que esto haya quedado simplemente como una anécdota del viaje. Al otro día partimos con los primeros rayos de sol rumbo al auto, para ver cómo podíamos sacarlo. Al llegar, me percaté que el celular tenía unas pocas líneas de señal, y pudimos llamar a la compañía de asistencia en carretera que habíamos contratado antes de partir. Por suerte ellos vinieron a rescatarnos y sacarnos del camino. Dejamos el auto estacionado en un lugar más seguro y partimos de vuelta al camping, donde nos esperaba una playa solitaria, días de sol y la compañía de canguros, wombats y otros animales. Pasamos ahí 5 noches. Recibimos al 2016, y el primero de Enero levantamos campamento, caminamos al auto y volvimos a la ruta.









Tuvimos un par de paradas más a dormir, pero todo estaba muy lleno, no había disponibilidad para acampar en ninguna parte, y el tráfico en la carretera nos obligaba a ir despacio. Dormimos en varios ‘Rest Area’, al borde del camino. Y uno de esos días encontramos un camping muy lindo en Myall Lakes National Park, al norte de Sydney. Instalamos campamento, esquivando las ‘jumping ants’ (hormigas gigantes que saltan y pican tan fuerte como una abeja), y ya escuchando los truenos que anunciaban lluvia durante la noche. A las pocas horas se largó el diluvio con tanta intensidad que teníamos que corroborar a cada rato que no entrara el agua a la carpa. La fuerza con que pegaba la lluvia en nuestro techo creaba una música increíble, mezclada con el cantar de los sapos y las cigarras. Al otro día no paró de llover, y se volvió a repetir la noche interrumpida por la preocupación de inundarnos en cualquier momento. Al amanecer del segundo día, nos dimos cuenta que el colchón de Flora estaba mojado, y ya nuestra carpa no aguantaba más el agua. Vimos en el pronóstico del tiempo que esta tormenta duraría días, y que las carreteras probablemente se inundarían. Por lo tanto decidimos apuntar ese mismo día hacia Mullumbimby, aunque sabíamos que estábamos como a 8 horas de distancia (y viajar tan largo con una guagua en el auto, muy bien saben nuestros amigos que son padres, no es una muy buena idea…), pero no veíamos otra solución, y necesitábamos un refugio urgente. 







A eso de las 7:00pm tocamos en la puerta de Nico, nuestro amigo panadero italiano, quien nos recibió con el calor de su horno prendido, los abrazos de sus hijos Dante y Enea, y puras exquisiteces sobre la mesa. En su casa nos quedamos por 10 días, durmiendo en una cabina que tienen en el jardín, y compartiendo un banquete tras otro. Así, nos reencontramos con este lugar que nos había recibido hace dos años atrás, con su naturaleza, sus animales (sobre todo sus serpientes y arañas), sus cascadas, sus bosques, y una comunidad empoderada y solidaria.


El 16 de Enero, nuestros grandes amigos Frank y Julie (a quienes arrendábamos la casa hace dos años atrás), nos invitaron a volver al mismo lugar, que es un galpón en el terreno donde ellos viven. Tan generosa fue su oferta, que no pudimos negarnos, y con mucha felicidad nos mudamos a este maravilloso lugar, que solíamos habitar los dos con Cristóbal, pero que ahora podríamos compartirlo también con Flora. Mostrarle el rio que pasa por el jardín, ir a pasear en canoa, bañarnos en esas aguas refrescantes, y ayudar a Frank a construir una casa que está haciendo al lado de la nuestra. Aquí la flora invade el espacio, y la fauna se apropia de cada rincón. Los ratones, las arañas, serpientes, wallabies, echidnas, entre otros, son nuestros compañeros de día y noche. Tener la oportunidad de admirar al reino animal, observar con detención cómo una araña construye todas las noches su tela, tan compleja, y la desarma en las mañanas; o nadar por el río y percatarse que en la orilla duerme una pitón de más de dos metros, pero nadie tiene la intención de atacar al otro. Todos convivimos en un silencio que denota respeto y armonía.  Y Flora ha podido (y tenido) que adaptarse también a este nuevo escenario, muy distinto al de la ciudad, pero ella parece las más contenta. Ha podido también compartir con otros niños como si fueran sus hermanos. Juega con la tierra, come arena, persigue hormigas, y le encanta nadar en el río. Lo que nos hace más felices es corroborar que nuestra amistad con Frank y Julie se ha hecho más sólida durante estos años. Nos invitaron a celebrar su 29 aniversario de matrimonio, los cinco comiendo en su casa, y Julie preparó el Laksa (sopa tailandesa a base de mariscos y leche de coco, con fideos de arroz) más rico que hemos probado.




  





Un dia cualquier recibimos un email y luego una llamada de nuestros amigos Andres, Evy y Leo, que ahora viven al norte, en la ciudad de Townsville, diciendo que vendrían por tres días a Mullumbimby a visitar. Con alegría los recibimos, y compartimos las tres familias, con Nico y Sherrie, un lugar común que solíamos compartir hace dos años atrás. Los niños jugaban y corrían, nos fuimos a la playa de Brunswick Heads, tomamos un helado en la gelateria italiana, y a la noche Nico hizo unas pizzas en el horno de barro.
Como pueden ver, las juntas y la vida social no han parado desde que pisamos suelo en Mullumbimby. Ha sido tiempo para compartir, tiempo de mucho ocio y contemplación también, y una oportunidad para mostrarle a Flora la belleza de su origen, que es la naturaleza. Verla que se relaciona tan espontáneamente con los animales, que ríe al nadar contra la corriente del río o las olas del mar, que gatea con ganas por la arena yendo hacia la orilla, y que sus días ahora no son más que jugar, comer y pasear por los bosques, nos llena de felicidad por poder compartir esto con ella, y exponerla a un ritmo de vida tan tranquilo y estimulante. 





Todo esto ha pasado sólo en el último mes, y pensamos: ‘qué más nos traerá este año del mono!!’
Hasta el próximo relato queridos amigos y familia. Esperamos que ustedes también estén viviendo momentos especiales. Los queremos y los recordamos siempre.

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Con cariño,
Jose, Cristóbal y Flora



sábado, 19 de abril de 2014

Reporte 23: Melbourne y el funk ilegal

Sale un nuevo reporte desde Melbourne,  una ciudad de clima tan intermitente como nuestros corazones: a veces gris y lluviosa, de tardes llenas de nostalgia y silencio que contempla lo recorrido,  tardes de vientos arrasadores, que lo acaparan todo, hasta la lluvia que no cae sino transita. Así pasamos los días inclementes, contemplando, leyendo, acompañándonos en la fragilidad que nace al borde de esta isla. Aunque la línea que separa el abismo de la  grandeza es delgada. Todas las líneas son delgadas. Y entonces, acá como llueve solea; los grises se colorean, la vida de súbito se manifiesta y los árboles bailan a pelo suelto, y los pájaros se le ponen a cantar con locura. En cosa de segundos, por nuestra ventana, entran espadas de luz que levantan a las flores, seca las lágrimas y tiñe de colores todos los rincones. Él es el padre sol, poderoso, que cuida de su muchacha Melbourne, una cabra loca, una llorona triste pero también una chiflada gozadora. Una mujer intensa para decirlo en corto. Y ella es especial, no le da la espalda a nadie, es acogedora, baila con todos y con ninguno. En la superficie se impone con lujuria, con arquitectura vanguardista, con el pop art y sus rascacielos disparados como plantas metálicas. Tiene presencia, identidad y discurso, y no necesita decir que es la mejor ciudad del mundo, porque si lo dice ya no lo es. Pero Melbourne ya no es la misma cuando sales de la superficie, le regala sorpresas al turista que se transforma en viajero, o al extranjero que se va mezclando con los residentes. Y esa ha sido para nosotros su exótica belleza, pues en los callejones detrás de la avenida oficial te encuentras con su vida alternativa, con las paredes pintadas de grafitis, con sus bares subterráneos, las luces rojas, el aura funk.  ¿Cómo no estar contentos cuando las ratas te invitan a su escondrijo y te cuentan esas historias marginales de la ciudad?. Nuestra casa, ambientada de oriente, es la guarida. Lluvia y sol; inclemencia y templanza; lo oficial y lo alternativo. Melbourne da como para quedarse por dos años y jugar.

De Jose y Cristof mucho se puede contar. Ambos transitan en el claroscuro, pues los dos habitan está híbrida ciudad. A ambos les queda tiempo, pues viven la vida cada vez con más sencillez. Se entretienen haciendo puzles, recogiendo cosas de la calle (o shopping nocturno), practicando yoga, siempre se levantan juntos, corren para preparase un completo desayuno. Les gusta revisar el facebook, ponerse al corriente, comparten el celular, no tienen televisión, toman mucho mate, y cuando no hay mate, juegan a otros juegos. Invitan a amigos, hacen pizzas, ven muchas películas en el proyector, les encanta escuchar música y leen todos los días. Ellos no pueden dejar de hacer todas esas cosas juntos, no ahora que cada uno agarra su bicicleta y se desvanecen como unidad.                                                                                                        

 Josefina, intensa como Melbourne, se ha reencontrado con su oficio, integrando también otros más. Ella está enloquecida con la permacultura, con el cultivo orgánico, con la vida sustentable y la vida animal. Se la pasa recortando animales para desarrollar nuevas formas en sus collages y trabajar también con ellos los días jueves junto a los niños del jardín. En la casa ha montado un huerto vertical, una maravilla que se armó sobre un pallet y que ahora, perdonen la soberbia, es la envida de toda la vecindad. Jose está preciosa, tiene en casa nada menos que dos mil mascotas. Son gusanos que van descomponiendo la materia orgánica y la transforman en tierra fértil y poderosa orina. Así se riegan las plantas y llena de vida este lugar.

De Cristof también se puede decir algo, el tipo ese se ha disparado con la oportunidad de estudiar acá. Hablando con él, un día me comentaba lo contento que estaba. Pues es muy lindo lo que le sucede, también intenso, también intermitente como esta ciudad. Cristof se ha enamorado de sus estudios, ha estado muy enfocado en el cómo y ya no tanto en el qué. Lee con alegría, participa de las clases como nunca antes, ve películas, contempla, arma un puzle con piezas del cine, la sociología, los viajes, muchos testimonios de la vida del hombre y de la vida animal. Desarrolla tantos pensamientos como gusanos se reproducen en nuestro hogar. Debate con los amigos y a la pobre Jose ya la tiene loca con el término de la post-modernidad. Y es que desde esa nueva epistemología Cristóbal ve el mundo: uno donde la razón ha perdido el centro para integrar otras pasiones y discursos, una con la que deconstruye lo"real"y cuestiona esa cansada historia oficial.Luego de tanto nadar, comprende cómo dignificar la vida, como lidiar con voces añejas y aburridas que solo lo hacen llorar. El respeto, que nunca encontró en otra ciudad, ha sido la fuente para este renacer más bien espiritual.

Este ha sido nuestro reporte, una ficción tan imaginaria como la realidad. Y lo escribimos en este día tan lleno de luz. Luego de los 40 días de cuaresma hoy Cristo ha vuelto a renacer en el hombre, y el sol ha vuelto a aparecer con sus espadas de luz.

Los queremos mucho familia y amigos. El cariño que les guardamos ha sido quizá la clave para entender la vida como una gran oportunidad. Gracias por su vibra, que es su energía.

PD: algunas fotos están acostadas, no hemos podido descifrar cómo darlas vuelta!

Panorama de viernes por la noche

Y otro de sábado por la tarde...

Jose jardineando en su "veggie garden"

Hasta ahora creciendo: ciboulette, cebollín, tomillo, rúcula, menta, frutillas, salvia y perejil

Experimentando con raíces y plantas

Casita para nuestros gusanos. Ahi pillamos a algunos durmiendo.

 La rica comida: materia orgánica mezclada con papel y cartón

Yummy!! Jugo de "orina de gusanos"

Así de cool estamos

 Nuestra pieza de estudio/taller de Jose

 Hace una semana nos regalaron esta cama, antes era sólo el colchón en el suelo

 Nuestro altar

 Así va quedando el living. 100% reciclado. Todo ha sido recogido de la calle (menos las cosas que nos trajimos de India, como el paño de Ganesh y la alfombra)

 Tomando nuestro desayuno junto a la Diosa Kali

Inaugurando nuestro proyector con "Viaje a la Luna"

WELCOME TO MELBOURNE

 Uno de los tantos edificios de la Universidad de Melbourne!

RMIT: otra universidad bien vanguardista

 
Graffitis en las calles de Melbourne

La ciudad empieza a mostrar su identidad





En el National Gallery of Victoria

En el National Gallery of Victoria

Edificio del canal de televisión SBS

Entrada a ACMI (Australian Centre for the Moving Image), donde hay una exposición de Dreamworks

Federation Square, Melbourne

Vista de la ciudad

Vista de la ciudad